El mar, la mar

«Deseos,recuerdos, nostalgias,
instantes de arena y mar…», dice diaiodeibiza.es. Será porque cuando no estamos de vacaciones, soñamos con ellas y, a veces, nos entristece la nostalgia.
Recuerdo cómo, desde muy pequeña, soñaba con las cortos días que pasaba cerca del mar. Mi año se dividía en dos: antes y después. Mi verano era verano hasta que acababan las vacaciones en la costa. Lo que quedaba de verano era aburrimiento y nostalgia. Y eran días contados: queda una semana entera…estamos en la mitad … quedan dos días…. mañana nos vamos… Y me ponía triste cada vez que pensaba en el final. Luego me despedía del mar, envidiaba a los que se quedaban en la costa… Y seguía soñando con volver lo más pronto posible. Sigo sin entender cómo se puede vivir cerca del mar y no ir a la playa.
Tres años en Cuba todavía más acentuaron mi anhelo de vivir en la costa, despertar con las olas, mirar el infinito del agua marina. Todavía sueño cómo vuelvo a mi casa de entonces, al lado del mar. Recuerdo las tormentas que levantaban olas hasta el tercer piso. Una vez rompieron los cristales de nuestras ventanas y se inundó la casa de agua, sal, piedras… Recuerdo la sensación de tocar una superficie medio húmeda de la brisa que llevaba gotitas saladas desde el mar. Mis ventanas quedaban opacas por esta humedad, la ropa no se secaba, mi madre se quejaba, pero yo era feliz.
Ahora que soy mucho mayor sigo sintiendo lo mismo. Mi mar, su brisa, su humedad salada, el cielo azul o ligeramente nublado, las gaviotas que graznan o chillan: todo eso hace que me sienta viva y joven. Mi corazón tiene 16 años y eso no cambia.
Mi mar, mi juventud, mi energía, mi amor. El poeta dijo: «Cuando muera, dejad el balcón abierto». Yo digo: cuando muera, dejadme que vuele sobre el mar.