Se acabó el verano, el sol se puso la chaqueta, se ahogaron los gritos de las gaviotas en el mar. Volvemos a la rutina para constatar que nuestra vida sigue igual, como si nunca hubiéramos abandonado las aulas. “Como decíamos ayer…”, y profesores y alumnos siguen rumbo a nuevos horizontes, pisando las huellas bien estampadas de otros profesores y alumnos que hace tiempo abrieron sus propios caminos o surcando nuevos. ¿A dónde vamos? ¿Qué nos espera este año? ¿Novedades? Buscamos las respuestas en los ojos y sonrisas de los que nos rodean. La vida sigue, dicen estos, el timbre toca, los rotuladores esperan para trazar planes, esquemas, nuevas palabras, nuevos retos. Abrimos los ordenadores y, como en un zoom de Google Earth, nos absorbe la pantalla.
Damos el primer paso: cuéntame cómo pasaste las vacaciones, tests de entrada, primeras tareas, este año vamos a trabajar en varios proyectos, vamos a aprender a trabajar en equipo y a conocer a nueva gente… Ponemos, por un lado, entusiasmo, esfuerzos, ambiciones en la báscula, para sumar resultados y calificaciones por el otro. ¿Vale la pena? ¿Pesan igual? Seguro que sí.